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¡Viva la diferencia!

  • IEDentity
  • "Innovation & Craft"
  • Número 03 - 10 de mayo de 2018
Ciszak Dalmas
  • Ciszak Dalmas

La relación entre diseño y artesanía es revisada en los últimos años bajo una estrategia: la enfatización del carácter original y único de la obra como valor esencial, al mismo tiempo se experimentan otras vías expresivas.

Un buen ejemplo del panorama abierto es la exposición ¡Viva la diferencia!, que muestra la “customización” y la lucha contra la estandarización como una de las principales inquietudes del diseño contemporáneo. Andrea Caruso y Alberto Gobino (Ciszak Dalmas), exalumos IED, han sido los responsables del diseño expositivo.

 

 

Algunas piezas se acompañan de vídeos que muestran el proceso productivo

Un dato particular de esta exposición es que ha formado parte de la primera edición del Madrid Design Festival, siendo una de las referencias más destacadas de su programación.

Comisariada por Ana Domínguez Siemens, ¡Viva la diferencia! presenta una treintena de proyectos internacionales, la mayor parte de ellos a partir de piezas originales, acompañadas en muchos casos por vídeos que enseñan el proceso constructivo. Todos los objetos tienen como nexo común esa “diferenciación” que dota precisamente el proceso artesanal y que da respuesta a los “anhelos del consumidor de huir de un paisaje doméstico indiferenciado, buscando una identidad propia” –como confiesa la comisaria para hacer ver su peculiaridad.

 

 

2 Singularidad y diversidad

La comisaria sigue explicando las características de esta muestra, para entender el marco en el que cobra forma y la novedad del momento actual: “La aparición en el siglo XIX de la producción industrial de productos fabricados en serie, idénticos entre sí, se vio entonces como un gran avance que no solo proporcionaba al consumidor objetos de precio más democrático, sino que también eran ‘perfectos’, se eliminaban los errores inherentes a la ejecución artesanal de manufactura manual (…) Con el tiempo, desde el diseño surgió la idea de que quizá esas ‘detestadas’ imperfecciones tenían su lado positivo, ya que aportaban un toque humano al objeto, así como una cierta diversidad”.

Esta es una idea que diversas citas reformulan a lo largo de la exposición, como cuando leemos a Hella Jongerius: “Estaba buscando alteraciones, diferencias individuales. Todo ceramista sabe que se producen deformaciones cuando se cuece la porcelana a una temperatura demasiado alta. Así que experimenté con el grosor y la temperatura hasta que salió algo del horno donde encontré una cualidad especial (…) Las formas seguían intactas, pero mostraban sutiles diferencias cuando las piezas estaban vis-a-vis una junto a otra”.

En efecto, en los años setenta, el diseñador Gaetano Pesce, pionero del pensamiento anti-serialización, hablaba ya del malfatto, de las cosas mal hechas o imperfectas, como una característica positiva y celebrable. “Su objetivo siempre fue cómo conseguir esa deseada o anhelada singularidad que hace a los objetos únicos, desde la propia plataforma de producción industrial, llegar a obtener a través de ese tipo de producción un reflejo más afín a nuestra sociedad, que es inequívoca y afortunadamente diversa”, explica Domínguez. Para la firma Cassina Pesce realizó entonces dos proyectos: la silla Dalila –presente en la muestra–, y el sillón Sit Down, que permitían a los operarios de la fábrica decidir la forma final, consiguiendo que cada una de ellas fuera ligeramente diferente a las demás. Asimismo, en la exposición están presentes otras obras de Pesce como las zapatillas Fontessa, para la firma Melissa, y los prototipos de las sillas Dear Diversity.

3 Personalización e innovación

Gracias a las nuevas tecnologías, ahora es mucho más sencillo fabricar productos no estandarizados y son muchos los diseñadores que ofrecen productos diferenciados o que permiten incorporar las variantes requeridas por el propio consumidor final.

¡Viva la diferencia! exhibe una selección de una treintena de proyectos, entre otros: muebles y objetos cuya estética se inspira en las características físicas del usuario –el color de los ojos, la radiografía de los huesos, la forma del cuerpo o del cráneo– (Serie Cloning, de 5.5 designers); objetos cuyo proceso de producción se activa en función de la presencia de la audiencia, introduciendo variaciones de color y tamaño dependiendo del interés que haya despertado (Collective works, de Mischer’traxler); lámparas que permiten más de diez mil millones de combinaciones posibles (lámpara Alphabeta, de Luca Nichetto para HEM); mesas en las que el usuario puede elegir materiales, acabados y hasta doce estilos diferentes de patas que varían el resultado (mesa Multileg, de Jaime Hayon para BD Barcelona Design); o alfombras únicas, anudadas manualmente, que hacen visible el nombre propio del tejedor, su edad y el número de horas empleadas para llevarla a cabo (alfombra Day by Day, de mischer’traxler para Nodus).

 

4 Diseño expositivo

Una muestra de este calibre, en la que es muy importante la presencia del objeto único, pero también la narración de los procesos de producción, requería un diseño expositivo que lo hiciera patente, respetando el contexto del edificio de CentroCentro.

En efecto, Ana Domínguez Siemens nos llamó para coordinar el diseño expositivo y gráfico de la exposición y nos dijo que el concepto era “la diferencia dentro de la producción industrial”. En ese momento nos vinieron a la cabeza algunas referencias clásicas de la lucha del hombre contra la estandarización: recordamos todos la publicidad para el lanzamiento del Mackintosh de Apple de 1984 (con la alusión a Georges Orwell y la rebelión contra el Gran Hermano), o las imágenes de Charles Chaplin tratando de ensamblar miles de tuercas en Tiempos modernos. De ahí surgió la idea de crear un diseño expositivo en contraste con el concepto de la diversidad.

Por ello, ¡Viva la diferencia! fue planteada por Ciszak Dalmas como un discurso tridimensional sobre la diversidad de la producción de muebles y objetos, pero guiando a los visitantes de inicio a fin a través de un camino que simula una cadena de montaje, símbolo inequívoco de la producción estandarizada y en contraposición con los objetos que se exhiben. Asimismo, toda la instalación está compuesta por planchas de madera reciclada y 1300 tubos de cartón.

La gráfica, en cambio, se basa en un gesto manual de una persona que escribe un mensaje de revolución en una pared, de forma apresurada por el miedo a que le pillen. El color otra vez hace alusión a lo opuesto del gesto manual, el azul era el color que salía de la reacción química de reproducción de planos técnicos a finales del siglo XIX, el “Blueprinting”.

En definitiva, el diseño expositivo juega con elocuentes paradojas que soportan perfectamente el concepto de la exposición y permite contemplar piezas y proceso de producción con comodidad para el espectador. Así, ¡Viva la diferencia!, en definitiva, nos enseña el camino de la diversidad como aquello que nos puede salvar del aburrimiento de lo estandarizado, abriendo nuevas vías que ofrezcan un valor diferencial y, sobre todo, personal a cada objeto.

Autores: Ciszak Dalmas